Las mujeres experimentamos violencia por el hecho de ser mujeres. En Internet, mientras más visibles somos, mientras más opinamos y ocupamos la red, nos exponemos a más violencia. Lo demuestran valiosos testimonios de periodistas, blogueras y artistas de nuestro país que recogimos en el video que presentamos aquí. Ellas relatan brevemente qué tipos de violencia han sufrido en la Web y cómo le hacen frente. También profundizamos en este post sobre algunos tipos de violencia que limitan, intimidan y dañan a miles de mujeres diariamente. Por ellas, y por todas las que tienen que lidiar con situaciones similares, marchamos el 25 de noviembre, el día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres. Nos sumamos a los colectivos, organizaciones y a las compañeras que demandan diálogo y acciones concretas para erradicar a la violencia, porque merecemos vivir libres y seguras.
Cyber acoso
Uno de los casos más visibles de violencia de género en Internet suele ser el acoso o cyber-acoso. Consiste en el ataque sistemático y sostenido hacia una persona o grupo de personas en forma de agresiones, intimidaciones, divulgación de información personal para dañar su reputación. Su característica principal es la repetición. Belén Rodríguez, feminista y autora del blog “Relatos de una gorda”, conoce este tipo de violencia porque la vive diariamente, como nos cuenta en el video.
En una ocasión, por el día internacional de las mujeres el 8 de marzo de 2017, Belén participó de una marcha organizada en el marco del paro. Allí, junto con otras mujeres, decidió manifestarse con el torso desnudo. Las fotografías de ellas circularon luego por las redes sociales, pero fueron las de Rodríguez las que generaron todo tipo de comentarios hirientes centrados en su cuerpo, su peso, su sexualidad, salud reproductiva y denuncias que ha hecho sobre abusos sexuales que ha sufrido. Belén también relata que varios usuarios se tomaron el tiempo de buscar información de ella en todas sus redes para amenazarla, lo que se conoce como doxxing.
Este caso pone de manifiesto como el cuerpo de la mujer es sujeto de escrutinio y castigo cuando ocupa el espacio público – ya sea fuera o dentro de la red -, y más aún si lo ocupa en abierto desafío a la heteronorma. Un cuerpo que sale de los patrones de belleza impuestos, que además se presenta a si mismo como espacio de denuncia y resistencia – las palabras “dejen de violar” se podían leer en su piel – instiga más agresión de la que normalmente sufrimos las mujeres. Por exponerse orgullosa de su aspecto físico, por expresarse de forma activa en su rol de bloguera y por denunciar violencia sexual, Rodríguez ha recibido a cambio el desdén discriminatorio y el odio de muchos usuarios de la Web.
Los comentarios en las fotografías de Rodríguez fueron desde el desprecio a su peso hasta referencias despectivas sobre sus denuncias de abuso sexual. La sexualidad de Rodríguez, su salud reproductiva misma fueron motivo de burla y rechazo, todas expresiones que tienen un impacto severo en la experiencia digital de las personas. A raíz de este tipo de violencia, las mujeres y minorías tienden a suprimir su presencia en la red o a reducirla, se cohíben de hacer comentarios políticos, expresar sus opiniones, entre otros.
Control en línea
Otra forma de violencia común en Internet es el control en línea, y afecta principalmente el derecho a la privacidad, la libertad de expresión y movimiento de las mujeres. El control en línea es una manifestación abusiva de poder de una persona sobre otra. Se expresa de distintas maneras, pero la forma más común es el constante monitoreo y cuestionamiento sobre lo que una realiza en las redes sociales por parte de la pareja. También se ejerce control en línea cuando nos exigen compartir las contraseñas de nuestras cuentas privadas como prueba de lealtad o fidelidad en una relación.
En situaciones más extremas, las cuentas de las mujeres que son objeto de escrutinio pueden ser hackeadas, como el caso que relata la periodista Lorena Flores. También, el stalking o el asedio constante es una forma de control. La radialista y conductora de TV Marilé Unger lo vivió. El acechador, que le enviaba mensajes y regalos de forma diaria a su lugar de trabajo, llegó inclusive a identificar la ubicación de la casa de la periodista a través de fotos de ella.
Vigilancia estatal
Varias denuncias e investigaciones confirman que gobiernos y empresas vigilan nuestras comunicaciones. Es un hecho, y este problema, que representa una de las amenazas más latentes a nuestras democracias, es un tema de discusión constante hoy en día. Lo que pasamos por alto en estas discusiones es un análisis con perspectiva de género sobre este tipo de vigilancia. Solo en los últimos dos años, fueron espiadas las comunicaciones de mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos. En todos los casos, la vigilancia se hizo de forma ilegal e invasiva a mujeres con mucha visibilidad y un grado importante de incidencia en la opinión pública. Todo esto se describe en el Reporte de la situación de América Latina sobre la violencia de género ejercida por medios electrónicos, hecho por varias organizaciones de la región, incluyendo TEDIC, bajo la coordinación de Paz Peña para la relatora especial sobre la violencia contra la mujer de las NNUU.
En Mexico, se presume que el gobierno de Peña Nieto intentó hackear los dispositivos electrónicos de la periodista Carmen Aristegui para inyectar malware espía. Ella había investigado y publicado sobre hechos de corrupción que involucraban al presidente. Según la investigación de este caso de espionaje, también intentaron espiar a su hijo.
En nuestro país, una periodista del diario ABC Color, el de mayor audiencia del país, fue espiada por las más altas cúpulas militares, específicamente por un equipo de inteligencia militar con posible apoyo policial. Según denunció el diario, la vigilancia se realizó en el marco de unas publicaciones sobre corrupción en las Fuerzas Armadas para conocer quién estaba realizando la investigación periodística. Fueron interceptados dos celulares para acceder al registro de llamadas. La interceptación se hizo gracias a la colaboración de un empleado del servicio de telefonía privada que utilizaba la periodista. A pesar de todas las evidencias recolectadas, hasta hoy en día no han habido significativos avances por parte de la Justicia en este caso.
El espionaje estatal representa una violación al derecho a la libertad de expresión, la privacidad y el ejercicio del periodismo. Desde una perspectiva de género, la vigilancia se ejerce de tal manera a controlar, acallar, intimidar o extorsionar a las mujeres que desafían el status quo, esencialmente, el Estado patriarcal.