Este artículo fue escrito por: Jazmín Ruiz Díaz Figueredo
“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía…” Al leer estas líneas, es inevitable pensar en el ritmo, la coreografía y una marea de mujeres en todas partes del mundo marchando y coreando al unísono: “El violador eres tú”. Esta performance, ideada por el colectivo feminista e interdisciplinario chileno Las Tesis, se ha vuelto uno de los ejemplos más emblemáticos del activismo feminista en Latinoamérica. Lo que lo ha vuelto tan efectivo es la capacidad de congregar la acción artística como práctica encarnada y multitudinaria y, a la vez, de resumir frases y movimientos; es decir, de darle una forma estética que le ha permitido viralizarse a través de las redes sociales y encontrar eco en distintos rincones del mundo y con traducción a idiomas como el inglés, italiano, francés y neerlandés.
Marcela Fuentes (2019, 2020) es una investigadora que ha prestado especial interés a las formas en que el activismo digital y la protesta callejera se relacionan y transforman mutuamente. Casos como el de Un violador en tu camino es lo que Fuentes (2020) llama “constelaciones de performance”, en el sentido butleriano de performar (Butler, 2003). Su interés radica en las tácticas utilizadas por personas usuarias de Internet para “reproducir el atractivo afectivo de las protestas callejeras para invocar activamente al público” (Fuentes, 2019: 53).
Su noción de “constelaciones de performance” proporciona un modelo teórico para abordar las tácticas de disrupción y creación de mundos que resultan de la interfaz entre las protestas callejeras y la creación de redes digitales (Fuentes, 2019: 3). El “enredo” convierte a las performances corporales y digitales en cocreadoras de acciones colectivas insurgentes (ibíd.: 2). Estas acciones deben entenderse no como eventos finitos limitados por el tiempo y el espacio, sino más bien como “formas dispersas, multisituadas y asincrónicas de acción colectiva” (ibíd.: 108). Entonces, la interacción entre las protestas encarnadas y digitales genera fuerza y “protocolos de contrapoder para navegar los desafíos generados por las tecnologías de vigilancia, control y manipulación omnipresentes” (ibíd.: 114).
Sin embargo, y como Guterman (2021) indica, quizás una de las limitaciones de la obra de Fuentes tiene que ver con la elección de América Latina a grandes rasgos: “En su introducción, ofrece el contexto de América Latina como un telón de fondo significativo para el estudio. Sin embargo, con estudios de caso limitados a México, Argentina y Chile, la promesa del título queda ligeramente incumplida”. Como investigadora que se mueve en el campo de los estudios culturales y de moda desde una mirada decolonial, debo decir que lo que señala Guterman sobre Fuentes es una práctica común en la academia. Lo que implica que cuando queremos entender las problemáticas sociales desde Paraguay, debemos referir a abstracciones de América Latina que rara vez nos incluyen dentro de esta definición. Es el interés de este trabajo como ciborg feministas, contribuir a expandir los estudios sobre tecnología, género y derechos humanos sobre Latinoamérica y desde Paraguay. Mi propuesta para este artículo es explorar el activismo digital con perspectiva de género en el contexto latinoamericano para entender de qué maneras y modos se encarna a nivel local, en Paraguay.
A través de un análisis de casos que se enmarcan dentro del activismo digital en Paraguay, este artículo busca comprender el rol que juegan los espacios digitales como medios de expresión, educación y resistencia para los feminismos y las disidencias sexogenéricas en un contexto marcado por profundas desigualdades y el conservadurismo político. Además, examinaremos las estrategias visuales, estéticas y de storytelling empleadas, tanto en cuentas individuales, como el caso de personas creadoras de contenido y activistas, como de colectivos y que se posicionen con una perspectiva de género.
Se contemplarán dos áreas como casos de estudio que han aprovechado el alcance y el dinamismo de las redes sociales para desafiar normas de género, visibilizar diversidades sexuales y promover la inclusión. A través del análisis de contenido, este artículo propone visibilizar el potencial del activismo digital para generar cambios sociales y culturales significativos a nivel local, así como identificar las principales desafíos y amenazas que enfrentan estos movimientos.
Desde los márgenes
Este artículo se basa en estudios previos sobre activismos de disidencia sexual en Latinoamérica (Fischer, 2024, Díaz, 2021) y activismo digital feminista (Fileborn and Loney-Howes, 2019) para responder a la pregunta: ¿Qué mecanismos estéticos y narrativos adoptan estos activismos en Paraguay? A nivel epistémico, adopta una mirada nutrida de teoría feminista “desde los márgenes” (hooks, 2020), así como anticolonial (Rivera Cusicanqui 2021, 2018). También se contemplan perspectivas críticas del diseño (Place, 2023), la imagen (Saulquin, 2014) y la tecnología (Noble, 2018; Wachter-Boettcher, 2018; ).
Entonces, en primer lugar, debemos definir qué entendemos por feminismo. En ese sentido, no hablaremos de feminismo como una definición singular, sino como feminismos, abrazando su pluralidad y desde una perspectiva interseccional. Como bien define la teórica Nelly Richard, feminismo, en cuanto concepto, “mezcla de distintos planos de referencia, acción y pensamiento”:
La palabra “feminismo” alude, primero, a la práctica histórica de los movimientos de mujeres: a la fuerza contestataria y reivindicativa de luchas sociales destinadas a corregir los efectos de la discriminación sexual tanto en las estructuras públicas como en los mundos privados. Además, la palabra “feminismo” evoca la teoría que elaboraron las mujeres, desde la perspectiva de una conciencia de género, para revisar las bases epistemológicas del conocimiento y cuestionar el falso supuesto de la imparcialidad del saber que encubre arbitrariedades, prejuicios y exclusiones tras la máscara filosófica de lo neutro. También la palabra “feminismo” designa al trabajo crítico de desmontar los artefactos culturales y las tecnologías de la representación, para contribuir significados alternativos a las definiciones genéricas que fabrican las imágenes y los imaginarios sociales (Richard, 2008, citada en: Díaz,, 2021: 31).
O como bien argumenta la prolífica escritora y activista feminista negra bell hooks:
Los cimientos de la futura lucha feminista deben basarse sólidamente en un reconocimiento de la necesidad de erradicar las bases culturales subyacentes y las causas del sexismos y otras formas de opresión grupal (hooks, 2020: 70).
Luego, toca abordar qué entendemos por activismo de disidencia sexual. En ese sentido, nos nutrimos de la interpretación que da el biólogo y escritor chileno Jorge Díaz (2021: 9) al término, quien explica que disidencia sexual implica “una apuesta crítica a las políticas que gobiernan nuestros cuerpos, subjetividades y todas las representaciones que se imprimen sobre ellos”. En ese sentido, no se trata de entender la disidencia como un partido político, ni un grupo de identidades, sino como “un vecindario de activistas, escritoras, intelectuales, científicxs, prostitutxs, comunicadorxs, cineastas, diseñadorxs y dueñas de casa” que apela a prácticas micropolíticas como el cyber-activismo, la escritura, la post-pornografía o la parodia del drag y del travesti, entendiendo estas prácticas como “dispositivos disruptivos que ofrecen alternativas a la biopolítica imperante” (ibíd). Analizando su propia experiencia dentro del Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS) de Chile, Díaz reflexiona:
No estábamos proponiendo un activismo solemne que hablara el mismo lenguaje de las ONG de la diversidad sexual, no pretendíamos realizar alianzas y consensos con el estado, sino que, con nuestras acciones irónicas, paródicas e incluso injuriosas, deseábamos interrumpir en el imaginario consensual de la moderación política en la que fuimos criados. Más que la dedicación a una demanda particular, como el matrimonio homosexual que dominaba la agenda LGBT de esa época, nos parecía importante generar un cortocircuito en las lógicas estéticas de la protesta sexual […] Creo que hay mucho potencial político en el desacuerdo, algo que muchas veces es complejo enunciarlo (Díaz, 2021: 21-22).
Este carácter desobediente del activismo de disidencia, tanto en el contenido como en la forma de enunciarlo, es fundamental para entender lo que sucede en el microcosmos paraguayo. Ante una fuerte política anti-género promovida desde el gobierno y la falta de legislaciones que protejan la libertad de expresión y la no discriminación, las plataformas digitales como Instagram y TikTok, los canales de YouTube y de podcast, se vuelven espacios significativos donde lo encarnado y lo digital, lo individual y colectivo, lo simbólico y lo real, encuentran un escenario para existir. Si los espacios oficiales, sobre todo a nivel cultural y artístico, excluyen a las disidencias y a los feminismos, las plataformas digitales se vuelven un espacio vital para visibilizar las historias y narrativas de las subalternidades.
Nacemos desnudas y el resto es drag
En las prácticas micropolíticas que sobresalen encontramos esa desobediencia a nivel estético. Es decir, a nivel de cuerpos y modos de vestirlos y adornarlos que rompen con la matriz heterosexual. En palabras de la teórica de la moda y la cultura Elizabeth Wilson (2005: 117): “La moda está obsesionada con el género, define y redefine los límites del género”. Pero esto no fue así hasta el siglo XVII o XVIII. Como explica la socióloga de moda Susana Saulquin (2014: 111), el vestir en la historia occidental se organiza sobre la base de una matriz heterosexual, “que para imponerse necesitaba enfatizar de forma exagerada las zonas erógenas de los hombres y mujeres”.
Sin embargo, Saulquin (2014: 116-117) explica que en la época actual se identifica un cambio en la mirada, y que en ese sentido, en Argentina, ese cambio se debe a la lucha por la disminución de la violencia social. Sobre todo, a partir de 2009 esta transformación se materializa con las leyes de uniones igualitarias y con la libertad para cambiar y elegir el sexo, “y así conciliar la realidad que cada uno sentía que debía ser con una coherente construcción de la imagen y las apariencias” (ibíd). Habla entonces de lo queer como una palabra inglesa con muchas acepciones, pero que tienen en común que remiten a la idea de “desestabilizar las normas tradicionales que aparentemente están cristalizadas” (ibíd).
En ese sentido, quizás el ejemplo más claro de la subversión de las normas y binarios del género a través de la exageración de los elementos, rasgos, prendas y adornos considerados como femeninos, es en el caso de las drag queens. Una categoría quizás universal de lo queer pero que, en Paraguay, en un contexto donde no se han logrado los avances en conquistas de derechos como en la Argentina, cobra un valor político particular. El caso más ilustre es quizás el de “Envidia Metenés” (@envidiametenes), interpretada por el actor, director y artivista Omar Mareco. Envidia se presenta como “la peteï” (la número uno, en guaraní), como una referencia a la vez a la diva argentina Moria Casán: a la que se conoce como “la one”.
El evento quizás más importante que reúne al colectivo drag en Paraguay es el Drag Ñua (“ñua” significa “abrazo” en guaraní), el Encuentro Nacional de Arte Drag. En la última edición, participaron además de Envidia, otras referentes como Ariana Glande (@a.glande), Menta Green (@mentagreen), Dislexia Severa (@dislexiasevera) y Virgin Marycon (@virginmarycon).
La práctica de estas drags es sumamente encarnada: pone el cuerpo en las marchas, en los espacios públicos y privados TLGBIQ+ como discotecas, bares, fiestas, teatros y otros espacios culturales, y desde allí construyen una comunidad que resiste. Pero también, es innegable la existencia de estos personajes como habitantes de lo digital y, con esta presencia, expanden esa comunidad kuir (usando kuir con k tomando la grafía guaraní en la búsqueda de una expresión local). En este plano, amplifican su llegada para volverse constelaciones de “performances contrahegemónicas” que “no buscan el espectáculo sino la justicia social” (Fuentes, 2020).
El poder contestatario de la risa
Mientras las drags son el ejemplo más visible de estéticas que configuran el activismo digital de disidencia, a nivel de narrativas, en este artículo nos enfocaremos en el caso del humor como estrategia política. Es innegable el potencial del humor para dar voz a las luchas y voces de subalternidades que, a través de redes sociales como Instagram y TikTok, encuentran un espacio de contrapoder para nuclear audiencias y crear conversación en torno a temas que escapan al discurso oficial, para educar desde una perspectiva feminista y para visibilizar y provocar desde la sátira kuir. En Paraguay, las figuras que se han vuelto más representativas por un posicionamiento político son la actriz, realizadora y gestora cultural Sonia Moura (@sonimoura), la redactora creativa, comediante y docente Caro Romero (@soycaroromero) y la ilustradora y directora de Colectiva Robusta Mali Jara, a través de su personaje feminista Anita Dice (@anitadice).
Según Caty Borum, autora del libro La revolución será hilarante: Comedia para el cambio social y el poder cívico (2023), la historia de la comedia como fuerza para el cambio social tiene larga data. El humor proporciona a oyentes y espectadores una entrada segura para temas que socialmente se consideran tabú, activa la esperanza y el optimismo como emociones motivadoras que cambian las actitudes hacia la acción, funciona como puerta de entrada a información seria, genera un memorable «efecto sueño» -es decir, la gente recuerda los chistes y otros contenidos cómicos durante más tiempo que los mensajes serios- y persuade entreteniendo y despertando emociones poderosas.
Según esta autora, es por estas características que la comedia encuentra un terreno fértil entre las personas nativas digitales, ya que esta generación reconoce los peligros de un clima político oscuramente polarizado y ve el poder y la influencia potencial de la comedia como un mecanismo para atraer la atención, persuadir, criticar el statu quo, perturbar las narrativas dominantes perjudiciales, humanizar a las personas marginadas e invitar a la esperanza y el optimismo que se necesitan desesperadamente en cuestiones sombrías y complejas que a menudo se reducen a bandos ideológicos (Borum, 2023: 7). En síntesis, al ser un proyector de gran alcance de valores y narrativas culturales, “la comedia mediática contemporánea puede servir como lugar de resistencia cultural” (Borum y Feldman, 2020: 7).
Al igual que las personas que ejercen el periodismo, las personas humoristas sufren a menudo ataques, sobre todo cuando viven y trabajan en entornos autoritarios. ¿Cómo mitigan creativamente las personas cómicas en estas situaciones los riesgos de su trabajo? Según Borum (2023), una forma es utilizar el subtexto y la insinuación en lugar del comentario directo; es decir, encontrar la manera de decir lo que se tiene que decir sin decirlo explícitamente. Otra es revisar cuidadosamente los guiones, imágenes y vídeos para asegurarse de que el contenido no viola inadvertidamente las leyes.
Algunas consideraciones sobre activismos en línea
De acuerdo con el modelo empresarial subyacente de la Web 2.0, que mercantiliza los datos producidos a través de los contenidos y la interacción generados por las personas usuarias, las plataformas de las redes sociales se construyen para incentivar a estas personas usuarias a buscar atención y compromiso a la mayor escala posible. Por lo tanto, las personas usuarias de las redes sociales que adapten sus reivindicaciones y actividades políticas a la mecánica y los incentivos de las redes sociales tendrán potencialmente más “éxito” (es decir, un mayor perfil público, alcance e influencia) que lxs que no lo hagan.
Los procesos por los que algunas voces en redes sociales se ignoran y otras se amplifican ejercen un efecto implícito sobre el discurso y la práctica en línea, ya que se disciplina a las personas usuarias para que adopten los marcos discursivos y las posturas que «triunfan» en los medios sociales y descarten formas alternativas de expresión (Salter, 2019). En este proceso, usuarios y plataformas se benefician mutuamente, ya que las plataformas sacan provecho directamente de los picos de actividad que se producen como consecuencia de fenómenos en línea de gran relevancia, lo que aumenta simultáneamente los beneficios y el perfil y la conectividad de los usuarios. De este modo, la “coreografía de la asamblea” (Gerbaudo, 2012 en: Salter, 2019) en las redes sociales no está determinada por los propios activistas y usuarios, sino que se canaliza de determinadas formas que se ajustan a la naturaleza corporativa de la plataforma.
Frente a la fetichización de las redes sociales como herramienta neutral o instrumento democrático, Salter (2019) subraya la importancia de prestar atención al dinamismo de los acuerdos sociotécnicos en el activismo político en línea. Los movimientos de redes sociales, como el caso de #MeToo o #NiUnaMenos, pueden evocar emociones y debates poderosos, dar impulso a la acción colectiva y ejercer influencia sobre instituciones con poder formal de decisión. Sin embargo, la mediación comercial de la relación entre las redes sociales y el poder institucional requiere un análisis crítico por parte de los movimientos por la igualdad de género.
Un movimiento de redes sociales a favor de las mujeres y disidencias, puede verse amenazado por las tendencias cosificadoras e instrumentales de las plataformas de las redes sociales, creadas para mercantilizar la interacción de las personas usuarias, permitir la publicidad microdirigida y dirigir la atención del público en masa en direcciones rentables (Salter, 2019: 331). La indignación y el dolor masivos por la violencia de género pueden ser secuestrados por “viejas” y “nuevas” empresas de medios de comunicación que tratan de re-orientar y re-elaborar los movimientos políticos con fines lucrativos. De hecho, estas estrategias están tan extendidas en las redes sociales que las personas usuarias las interiorizan y reelaboran en sus propios esfuerzos por hacer valer sus reivindicaciones políticas, reproduciendo formas de discurso político que reflejan imperativos comerciales. La necesidad de que los movimientos en línea cuestionen la compleja interdependencia entre el discurso público y sus condiciones sociotecnológicas se hace más urgente por la evidente disponibilidad de las redes sociales para fines antifeministas, antigénero y antidemocráticos.
Conclusión
Basándonos en trabajos previos sobre activismo digital feminista y activismo de disidencia en América Latina, nos propusimos explorar estéticas y narrativas que se presentan en el contexto paraguayo. En ese sentido, nos hemos enfocado en dos expresiones: las del drag, por un lado, y las de creadoras de contenido que hacen activismo a través del humor. En ambos casos, se resalta el valor de estas expresiones como resistencia cultural que amplifica su comunidad a través de las plataformas digitales donde existen. Sin embargo, es de resaltar que estas formas de activismo en línea también pueden verse amenazadas por las propias características y condiciones de las plataformas donde se desarrollan.
En conjunto, desde la fabulosidad estética de las drags al humor con acento paraguayo, lo que este acercamiento al activismo digital feminista y de disidencia sexogenérica nos ofrece es una perspectiva desde el goce para pensar futuros tecnológicos ciborgfemnistas que cuestionen las narrativas dominantes. Además de que este ida y vuelta entre lo territorial, “lo físico” y lo digital, es una invitación a hacer nuestras las tecnologías, de forma que reflejen nuestras identidades y respondan a nuestras necesidades.
Bibliografía
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